Esta es una idea a la que llevo varios días dándole vueltas: los perros también se equivocan. Me parece una de esas cosas de cajón, obvias, pero a las que no dedicamos suficiente tiempo de reflexión.
Me encuentro con muchas personas que me dicen cosas como «no suelto a mi perro porque ya nos ha dado algún susto» o «no dejo que salude a otros perros porque una vez tuvo un mal encuentro» o «no quiero que juegue porque a veces se pone muy nervioso y otros perros tienen que pararlo»… Y entiendo perfectamente a esas personas, pero a veces los perretes me dan pena. Mucha.
Yo suelo pensar en mi adolescencia. Fui bastante comedida, la verdad, para lo que había por ahí, pero alguna vez se me fue la mano con una copa de más. Como buena adolescente sobreestimé mis capacidades y menosprecié mis límites alguna que otra vez. O no supe gestionar la presión social en alguna ocasión. Me equivoqué. Y aprendí. Por fortuna, mis padres no perdieron la confianza en mí en esas ocasiones y me dejaron seguir saliendo y vivir nuevas experiencias porque entendieron que era importante que yo aprendiera a gestionar esa libertad recién adquirida y esas hormonas recién explosionadas para convertirme, gradualmente, en una adulta con herramientas suficientes para desenvolverse en el mundo. Volvía a las tres de la mañana y ahí estaba mi madre, despierta, esperando a saber que todo había ido bien para poder irse a la cama tranquila. Lo que yo entonces interpretaba como control no era más que genuina y amorosa preocupación. Ahora que soy mayor entiendo lo difícil que tuvo que ser para ellos. Lógicamente, si yo hubiera vuelto como una cuba todas las noches, su actitud hubiera sido otra. Como en todo, en el equilibrio está la virtud.
Creo que con nuestros perros pasa algo parecido. Ellos también se estresan, también viven situaciones que los sobrepasan, también tienen dificultades a veces para gestionar sus emociones, también cometen errores. Pero también aprenden. Y dejarnos guiar por nuestros miedos y privarlos por completo de esas experiencias no les ayuda a crecer. Los perros también necesitan desarrollar confianza en sí mismos. Y perciben perfectamente si confiamos o no en ellos. Y como ocurre entre personas, es complicado confiar ciegamente en alguien que no confía en ti. Es un camino de doble dirección.
¿Es difícil? MUCHO. Probablemente sea de las cosas más difíciles cuando tienes perro. Ser capaz de distinguir si tu perro realmente no está preparado para gestionar algo o eres tú quien no puede gestionar las cosas. Si es una preocupación verdaderamente fundada o está alimentada por tus miedos. Es muy complicado.
Yo os voy a confesar una cosa, hace un año y medio que tengo a Conrad y aún no soy capaz de llevarlos a los dos sueltos a la vez. Me agobia porque responden a estímulos distintos y tienen necesidades diferentes. Y estar pendiente de uno lo hago feliz. Me siento capaz de gestionar una situación con conejo, corredor, bici o caballo al galope. Pero no me veo capaz de gestionar eso con los dos a la vez. Al menos, de momento. Solo me siento cómoda en espacios más o menos acotados. Así que por la mañana los saco juntos y por la tarde, separados. Y ya iremos viendo. Me gustaría, en el futuro, poder hacerlo con los dos. Aunque también tiene su rollo que tengamos nuestro momento 1-1.
Con Conrad pasé una fase de miedos (yo) cuando llegó a la adolescencia. De repente la bola peluda amorosa e inofensiva empezó a decirle a otros perros «oye, así no». Sobre todo cachorros. No pasaba nada, solo los paraba y los otros perros no respondían con miedo. Pero algunos dueños sí. A veces, otros perros paraban a Conrad o lo desviaban. «Hay que ser tolerantes», le decían, «los pequeños tienen licencia, están aprendiendo». Debo decir que mientras Conrad fue cachorro yo dejé que otros perros le marcaran los límites, pero no es fácil para todo el mundo. Es un perro negro de cuarenta kilos, así que a veces los otros dueños se asustaban. Y más de un chorreo me cayó e incluso el pobre se llevó algún correazo. Así que, durante un período, cuando veíamos a otro perro, sobre todo un cachorro, yo me tensionaba un poco. Incluso llegué a acostumbrarlo al bozal por si llegaba un momento en que la cosa iba a más. Ayudé a Conrad de otras maneras e incluso contacté con una educadora de aquí que me gusta mucho para que me dijera que era normal. Yo ya lo sabía, pero me faltaba un poco de confianza y me vino muy bien que alguien me dijera que estaba haciendo lo correcto. Así que traté de que no me pudieran ni mis miedos ni la posibilidad de pasar un poco de vergüenza pública con algún dueño, e hice un esfuerzo por dejar que mi perro aprendiera a gestionar su libertad y sus hormonas. Siempre muy atenta, claro. Conrad aprendió. Ahora incluso desvía a Ágata, que es un poco menos sociable, cuando le parece que va un poco tensa a saludar.
Si yo no le hubiera dejado vivir esas situaciones jamás habría aprendido a gestionarlas. O hubiera tenido que aprender a destiempo, y todo es un poco más lioso fuera de plazo.
A Ágata me la llevo a veces a perseguir conejos. Menos mal que no coge ninguno. No siempre tengo el cuerpo de saber que la voy a perder de vista durante más de cinco minutos sin escuchar un solo sonido (porque es una ninja), ni la confianza. Hay días en los que me puede el pensar ¿y si se asusta? ¿y si se despista? ¿y si se me pierde? o la veo más nerviosa, menos atenta, menos tranquila. Esos días vamos de conejeras con correa larga. Esos días me pueden los miedos. Tampoco pasa nada, es tan importante que yo esté bien como que lo esté ella.
No estoy diciendo que haya que soltar a los perros sí o sí, o que haya que dejarles manga ancha sin que importe su comportamiento. Si tu hijo te llega borracho todos los días y con las pupilas del tamaño de Júpiter, dejar que siga saliendo de fiesta sin restricciones no va a ayudar. Lo que digo es que tenemos que ser honestos con nosotros mismos y reconocer nuestros miedos. Encontrar el equilibrio entre nuestra paz (no confundir con comodidad) y su desarrollo. Buscar soluciones, alternativas, ayuda si hace falta. Dar pequeños pasitos. Y sobre todo, tener muy presente que los perros (como nosotros) también se equivocan, y que eso es parte de su aprendizaje y del nuestro.
No es tarea sencilla ¿Eh? Para nada.

Está claro que cada caso es diferente. Yo, cuando aún vivía en Pinto (nos hemos mudado) encontré una finca municipal muy grande donde podía soltar a los perros. Después, por las malas, aprendí que la finca tenía más salidas de las que creía y algún susto me dieron.
Por suerte, Oddie y Vega siempre van juntos. Si se separan en un momento dado, se buscan enseguida, tanto entre ellos como a mí.
Ahora que nos hemos mudado y tengo el campo en la misma puerta de casa, directamente los saco sueltos pero, eso sí, siempre e imprescindiblemente, CADA UNO CON SU GPS. Si ellos, directamente no salen.
Al principio de mudarnos y de coger la confianza suficiente como para sacarlos sueltos (previa adaptación recorriendo todas las zonas con la correa), enseguida se iban los dos corriendo a muchísima distancia. Incluso en muchas ocasiones los perdía de vista pero, por otra parte, los tenía continuamente controlados con el GPS.
Ahora, ellos ya están más acostumbrados, se conocen las zonas tan bien como yo y, aunque siguen corriendo que se las pelan, ya no se alejan. Siempre los tengo relativamente cerca. Siempre a distancia de silbido, por así decirlo.
En definitiva, la confianza hay que trabajarla y, sobre todo, hay que conseguir (o permitir) que la relación la tengan entre ellos. Una vez que lo vean normal y cotidiano, no se te separarán. Al menos, a mí no se me separan.
Ya os subiré alguna foto y/o vídeo.
Por cierto, Oddie ya es más alto que Vega, jajaja!!!
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Mi problema a la hora de soltarlos juntos (aunque algún día me den las angustias) no es tanto que se me despisten, porque él no se aleja de mí y ella se orienta mejor que Magallanes y es muy obediente (cuando no está encebuznada persiguiendo un conejo). Por eso por separado los suelto casi todos los días en un sitio o en otro. A ella en zona de conejeras según el día porque es que puede tirarse diez horas metida en un arbusto. De hecho conozco un señor aquí que tiene dos podencos y sale a pasear con unas tijeras de poda en la mochila xD. El verdadero problema es que responden a estímulos diferentes, y él necesita acercarse a las cosas y a las personas y ella alejarse. Si fuéramos solos por el monte, por ejemplo, no tendría problemas, cada uno con su GPS también. Pero ya nos ha pasado que se combina momento conejo con momento bici o corredor, cada uno sale disparado en una dirección y yo con los ojos como un camaleón. Piensa que cuando yo digo campo cerca de mi casa no es campo-campo. Son unos pinares grandes pero en medio de un núcleo urbano, bastante transitados: bicis, motos, quads, corredores, caballos, gente paseando, niños y, desde el Covid, mucho botellón adolescente. Y tengo una perra que solo tolera a las personas de lejos y un perro que si pudiera coserse a cualquier desconocido, cual siamés, lo haría feliz. Tengo que ir pendiente. Sobre todo con el gordo que es un tanque de amor y la gente se pasma cuando ve un torete negro corriendo extasiado hacia ellos. Y paseando con correa la cuestión es que si no vamos parando con cada cosa extraña, él se va estresando. Pero si vamos parando, la que se estresa es ella. Y de paso yo. De momento los saco juntos por la mañana, o a un parque medio acotado o a una playa con acantilado bastante cerrada, sueltos. Y por la tarde les doy sus paseos individuales, sueltos casi todo el rato, que también me permite trabajar cosas distintas con cada uno y eso me gusta. Y ya por la noche, juntos otra vez. Al menos de momento. Entre ellos se llevan muy bien e, incluso, y para mi desgracia, han aprendido a cazar juntos.
Pero bueno, en la entrada no me refería tanto a eso como a las ocasiones en las que porque el perro hace «mal» una cosa una vez y ya por miedo o por vergüenza no le damos opción de volver a intentarlo o no buscamos alternativas o soluciones para no privarlo de cosas como pegarse una buena carrera o relacionarse con otros perros.
Muchas gracias por actualizarnos con tus dos bombones. Me encanta que Vega y Oddie se lleven tan bien y que tú estés tan a gusto con ellos. Queremos foto vídeo o lo que surja pero YA! 🙂
Un abrazo desde el Sur!
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Mi podenco me ha dado ya 2 sustos importantes: una vez que le dejé suelto por la plaza de mi casa (no hay prácticamente movimiento de coches) se fue y no volvió y estuve dando vueltas hasta que conseguí encontrarlo; la otra, simplemente no me hizo caso cuando paseábamos por un parque y se fue corriendo directo a la carretera y casi le atropellan…
Tras estas dos experiencias al final he decidido solo soltarle por el campo, donde esté un 99% segura de que no haya coches cerca. Allí parece que se orienta mejor y hay menos peligro para él. Y también en ciudad en entornos cerrados donde sé que no puede irse a ningún lado porque hay vallas, etc.
A veces dudo de si es lo mejor para él, pero no puedo soportar la idea de que le pase algo
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Hombre yo eso lo veo bien, hay que soltarlos en zonas seguras para ellos y donde nosotros nos sintamos cómodos, que tampoco vamos a vivir una agonía diaria. Yo creo que lo bueno es que has buscado otros sitios donde poder soltarlo. Yo con Ágata he tenido más de un susto. Una vez incluso se me escapó de un parque de perros porque se asustó y se iba derecha a la carretera más transitada de Cádiz. Menos mal que paramos a tiempo.
La cosa es encontrar un punto intermedio, porque conozco gente que me cuenta que no los suelta NUNCA porque han tenido alguna mala experiencia, y esa no es la solución. Es lo más cómodo para nosotros, claro, pero no para ellos. La cuestión es ir viendo cómo se desenvuelven, cómo nos desenvolvemos nosotros, ir trabajando y buscar alternativas. Pero cuando limitamos del todo las posibilidades de un perro, es una pescadilla que se muerde la cola. Si nunca dejamos que se relacione, nunca va a aprender a relacionarse, y si nunca lo soltamos nunca va a aprender a gestionar esa libertad. Por eso digo que para mí al menos no siempre es fácil encontrar el equilibrio entre su seguridad y la de otros, nuestra tranquilidad y su desarrollo. Pero por eso creo que también es importante entender que todos nos equivocamos y aprendemos, ellos y nosotros. Y que no hay que dar las cosas por perdidas o abandonarlas porque hoy no hayan salido las cosas como esperábamos.
Un abrazo enorme, Natalia y gracias por comentar!
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Ejemplo. Hoy justo me ha pasado una cosa. Hay un perro en el parque al que voy por las mañanas, M. que tiene la misma edad que Conrad. Cuando yo dejaba que otros perros corrigieran a Conrad, su dueña no. Le daba miedo que le hicieran daño o lo traumatizaran. Cuando entraron en la adolescencia, yo seguí dejando que Conrad experimentara. Muy atenta, claro. Ella no. Yo dejaba que el mío saludase a todos los perros, y a veces le pegaban un revolcón porque no era educado, y a veces lo pegaba él porque el otro no lo era. Ella lo llevaba con una correa muy corta, venga tirones, venga quieto, venga «sit» y «plas» y «splug». M. se moría por saludar, también es labrador y muy sociable. Yo he visto a M. tirar a su dueña al suelo 2 veces seguidas porque quería saludar al mío. La dueña decía que no lo quería soltar porque era muy nervioso y ponía nerviosos a otros perros. Hoy estábamos en el parque, M. atado, el mío suelto, y la he evitado. Pero al salir, he visto que lo había soltado para que saludara a otro perro, así que he dejado que Conrad saludase. M. no tiene muchas dotes sociales, como es lógico, y ha saludado al mío muy nervioso, así que el mío le ha ladrado dos veces y ha habido una mini persecución. Lo normal. «Relajate hombre». Yo he llamado a Conrad que ha venido en seguida tan tranquilo. M. estaba tranquilo, no estaba asustado, de hecho, después del «incidente» volvía a buscar a Conrad. Todo bien, se habían comunicado. Pero la dueña de M. lo ha placado literalmente, le ha puesto la correa y ha empezado a mirar por todas partes convencida de que lo menos debía tener las tripas colgando. La otra chica que estaba en el parque le ha dicho que no pasaba nada, que era normal, que lo dejara jugar, que estaba bien. Yo he llamado a Conrad y nos hemos ido tranquilamente. Porque conozco a la dueña y sé que el problema no es M. es ella, que, en realidad, tiene miedo. M. se ha presentado regulín hoy, pero necesita hacerlo, necesita aprender, necesita que otros perros le enseñen cosas. Y mientras ella lo impida, estas cosas van a seguir pasando, porque M. seguirá sin saber saludar tranquilamente. Y es una pena, porque ya digo que es un perro que se muere por relacionarse con otros.
M. ha pasado por varios adiestradores porque su dueña sigue confundiendo obediencia con desarrollo. Ella solo quiere lo mejor para él, pero no es consciente de que en este caso el problema no es M. sino sus propios miedos. Yo lo entiendo porque en mayor o menor medida nos pasa a todos con esto o con otras cosas y por eso, precisamente, de vez en cuando me parece sano reflexionar y pensar hasta qué punto hago o dejo de hacer determinadas cosas por miedo infundado (ojo, que hay cosas, como una carretera cerca, que es perfectamente saludable que nos den miedo), vergüenza o comodidad. Y como digo, no siempre me parece una tarea sencilla.
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Hola bonita, yo con mis perros lo que he aprendido ya que la mayoría son podencos, que una vez que lo sueltas entra en acción su instinto de caza y aunque esten pendientes de ti, ese instinto les puede y a eso hay que añadir la personalidad de cada perro ,como suelo decir a mis amigos una vez que sueltos a mis hijos ya no se acuerdan que tienen madre por eso lo hago en lugares de monte solitarios con mucho espacio y sin transito de coches ,ellos disfrutan y yo los controlo con tranquilidad, un beso y me encantan todos tus artículos.
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jajajaja me encanta eso de «ya no se acuerdan de que tienen madre». Es que al final es así. El instinto es el instinto y hablamos de perros que durante generaciones solo se han usado para cazar y que, de hecho, se han ido seleccionando para ello. Es verdad que, como con todo, hay casos y casos y personalidades distintas pero, al final, es lo que tú dices, hay que ir a favor y no en contra.
Un abrazo enorme y gracias por comentar!
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No sabes lo que me ayuda este post a poner en perspectiva algunas «meteduras de pata» de mi perra Arale. La adopté con 8 meses en octubre, y como viene de perrera, tenía algunas costumbres poco civilizadas. Además es un cruce de pastor, y es nerviosa, y tiene mucha energía…vamos, lo opuesto a mi y a mi otra perra, Gatxan, que es un cruce de galgo con podenco. Pero leí tu post y comencé a pensar que la pobre a veces reacciona aún como solía, a veces tiene «retrocesos», pero es normal, todos tenemos un mal día, todos nos podemos equivocar. Gracias al educador que muy amablemente venía «de regalo» con la perra (por tener la pobre tenía hasta ansiedad por separación, así que en la asociación donde la adopté me pusieron en contacto con un educador que es un verdadero solete) la entendí mejor, aprendí a convivir con ella, y ahora soy mucho más comprensiva con sus errores. No negaré que a veces me pone un poco nerviosa, pero ella no tiene la culpa, son cosas que pasan 🙂
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Había escrito un comentario larguísimo y me parece que se ha borrado. En fin, sólo felicitarte por tu maravilloso blog, del que también me han gustado los comentarios, y esperando otra entrada prontito. ¡Un abrazo!
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